Ayer el primer ministro en funciones de Portugal, José Socrates, anunció que su país solicitará ante la Unión Europea el rescate de sus finanzas públicas. Se abren a partir de ahora muchas incógnitas de lo que esta medida supondrá. En este artículo, nos proponemos analizar la eficacia que tendría la intervención tanto de la UE como del FMI en la economía portuguesa. Para abordar dicha cuestión, vamos a realizar una comparación entre tres distintos casos: la quiebra de Islandia y los rescates de Grecia e Irlanda.
En el caso de Islandia, la quiebra vino motivada por la exposición de su sector financiero a los derivados conocidos como CDO causantes de la crisis subprime de 2008. Esta circunstancia, provocó la caída del país nórdico. Tres años después, hay que decir que, la economía islandesa se encuentra creciendo en estos momentos, pero después de haber reducido su PIB en más de un 25% y de haber sufrido una devaluación de su moneda de un 60%. El empobrecimiento de su población ha sido intenso, brusco y rápido. Esta situación, se puede comparar con lo sucedido en el banco de inversión Lehman Brothers. Se dejó caer el banco porque se suponía que el sistema se autorregularía, pero en realidad lo que ocurrió fue un efecto arrastre poniéndose en peligro entidades como la aseguradora AIG. La dimensión de esta última compañía obligó al gobierno estadounidense a proceder a rescatar para evitar consecuencias más graves aún.
De esta manera, con la exposición del caso islandés lo que apreciamos es que dejar a un país a su suerte no es una solución eficaz si lo que se busca es dar sostenibilidad al sistema financiero.
Por su parte, la intervención en los casos griego e irlandés se ha hecho de forma desordenada. Al primero se le han facilitado créditos por valor de 110.000 millones de dólares. Todo ello, después del reconocimiento del gobierno entrante tras las elecciones de la falsedad de las cuentas públicas publicadas, siendo el déficit público de los años anteriores y, por tanto, el nivel de deuda pública, mucho más elevado de lo anunciado. La consecuencia inmediata fue la incapacidad de Grecia de acudir a los mercados, puesto que nadie se fiaba de su solvencia. El resultado fue el préstamo comentado anteriormente, y como contrapartida se le exigió un duro ajuste del déficit público que tendría que reducirse al 3% en 2012. Pese a los ajustes realizados la deuda sobre el PIB supera actualmente el 140% y los bonos griegos a diez años cotizan por encima del 12%. Esta circunstancia, evidencia un hecho, y es que el mercado está anticipando que finalmente Grecia tenga que negociar quitas al no poder hacer frente a sus obligaciones.
El rescate irlandés vino motivado por la “frívola” decisión del gobierno de Irlanda de garantizar los pasivos bancarios tras la crisis de confianza en el sector financiero después de la quiebra de Lehman. Teniendo en cuenta, que la economía irlandesa es relativamente pequeña, y que el tamaño de su sector financiero llegó a significar nueve veces el tamaño de su PIB la situación se hizo insostenible. De esta manera, la UE se vio obligada a intervernir, y llevar a cabo un rescate por importe de 85.000 millones de euros. Cuatro meses después del rescate el bono irlandés a diez años cotiza al 10%, lo cual hace totalmente inviable poder financiarse en el mercado.
Analizados los casos anteriores, nos remitimos a Portugal. El país luso vive una situación complicada motivada por la cotización de su bono, en torno al 8 %. A esa situación, hay que añadir que los planes de mejora del déficit no han logrado los objetivos propuestos. De hecho, el último plan fue rechazado por el parlamento y motivó la dimisión del primer ministro. Tampoco se puede olvidar que en un plazo relativamente corto nuestro país vecino tiene que hacer frente al pago de 34000 millones de vencimientos de deuda pública y bancaria.
Para concluir, debemos decir que una vez analizados todos los casos, en el caso portugués no deberían cometerse los errores pasados. Es cierto, que no se debe dejar a su suerte a ningún país, ya que esta situación puede tener consecuencias mucho más graves que la intervención. Sin embargo, el rescate no puede ser un cheque en blanco. Quiero decir, es de vital importancia que a los planes de rescate les acompañen medidas estructurales y de control que aseguren que dichos países no van a suponer un riesgo que ponga en peligro el conjunto del sistema financiero europeo.