Una de las posibilidades que tienen los gobiernos para que entre dinero a las cuentas públicas es la privatización de las empresas de las que son titulares. Con el entorno actual, ha saltado a la palestra la privatización y la consecuente liberalización del sector del ferrocarril en España. En esta ocasión, nos proponemos analizar los efectos que tendría una decisión de estas características.
Para comenzar con nuestro análisis, tenemos que decir que en España el ferrocarril representa un monopolio, ya que este servicio está en manos de dos empresas de titularidad estatal, Adif y Renfe. La primera se encarga de administrar las infraestructuras (las vías y estaciones) y la segunda se dedica a la prestación del servicio de transporte. En este sentido, tenemos que decir que la supuesta privatización recaería en la empresa prestadora del servicio (Renfe) y el Estado se quedaría con la administración de la infraestructura.
Vista la introducción, es momento de preguntarse si es conveniente una privatización y liberalización de este sector. Para entender los efectos tenemos que partir de un concepto denominado monopolio natural. Cuando en economía se define monopolio se dice que es una situación donde existe un único oferente y muchos demandantes. Esto provoca que el monopolista al tener un poder de mercado importante pueda establecer un precio por encima del competitivo, obteniendo mayores beneficios que en una situación de competencia. Por su parte, los demandantes ven reducida su utilidad al tener que afrontar este precio superior. Vista esta definición podríamos asegurar que sería conveniente la privatización y liberalización del servicio de transporte por ferrocarril. Sin embargo, este mercado presenta una característica especial que conviene reseñar. Esta no es otra que ser el ejemplo perfecto del concepto que mencionábamos anteriormente, el monopolio natural. Para entenderlo, un monopolio natural sucede cuando el bien o servicio que se oferta sólo es rentable si es ofrecido únicamente por un oferente. ¿Por qué ocurre esta situación? Esto aparece en aquellos bienes o servicios cuya oferta requiere una inversión inicial en forma de costes fijos muy elevada. Además a esta inversión hay que añadirle unos elevados costes de mantenimiento. La única forma de hacer “rentable” esa actividad es desempeñándola con exclusividad para compensar la inversión con el precio que se cobra por el bien o el servicio. En el caso que nos ocupa la fuerte inversión se representa con la compra de los trenes. A ello, hay que añadir que la demanda de este servicio es limitada, ya que existen servicios sustitutivos perfectos al transporte por ferrocarril (coche, autobús o avión). Además la demanda de este servicio siempre será limitada, ya que no dependerá exclusivamente del precio e influir en la misma factores como los gustos particulares de los individuos a la hora de viajar.
Con esta explicación lo que buscamos es hacer entender que la competencia en este sector no va a llevar a que el transporte por ferrocarril descienda su precio. Las empresas que decidan entrar en este mercado van a tener que hacer frente a una inversión elevada que va a conllevar que necesiten cobrar unos precios importantes por viajar. Si el desempeño de esta actividad lo realizan muchas empresas, estas no van a tener libertad para establecer el precio e incurrirán en pérdidas. Por tanto, la única posibilidad será reducir los costes al mínimo posible y en un servicio como el ferrocarril puede suponer que los medios utilizados para su desempeño no sean todo lo seguros que debieran.
Este razonamiento que hemos expuesto fue al que llego la ex Primera Ministra del Reino Unido Margaret Thatcher. Como es sabido por todos, Thatcher es la madre de la gestión privada de los servicios públicos, sin embargo en el caso del ferrocarril entendió que no era conveniente introducir esa fórmula en su país. Más tarde, cuando fue sustituida por John Major se decidió privatizar y liberalizar este sector. Ni que decir tiene que no fue la mejor de las decisiones y que fue una de las gotas que provocaron que Major no saliera bien parado en su estancia en el gobierno inglés.
Por todo ello, nos parece que el efecto recaudatorio en un primer momento no compensa a las consecuencias negativas que tendría la privatización y liberalización de este mercado. Además, es importante que el Estado siga asegurando el transporte público a localidades donde una empresa privada jamás lo prestaría.