Últimamente desde diversos sectores nos están inundando con distintos datos para argumentar que “estamos saliendo de la crisis” y que la recuperación “tiene raíces vigorosas”. Es cierto que algunos indicadores, como el crecimiento económico, muestran una mejoría. Sin embargo, la economía se sirve muchas veces de las estadísticas y estas pueden presentarse para que muestren las conclusiones que previamente hemos determinado. Es bastante sencillo y basta con omitir otras variables que pueden provocar que nuestras conclusiones fallen.
En este sentido, aunque el crecimiento económico mejore levemente, tenemos otros factores que muestran que la economía no acaba de salir de su letargo. Sirvan de ejemplo la caída de las exportaciones, la tasa de desempleo o, la que es más importante, el incremento de la desigualdad. En este artículo nos vamos a centrar en esta última, ya que en muchos casos pasa desapercibida, pero es una de las más graves consecuencias que nos va a dejar la Gran Recesión.
La desigualdad es un problema económico que se puede definir como la disparidad fundamental que permite a una persona ciertas oportunidades materiales y se las niega a otra. Es decir, es una muestra de una incorrecta distribución de los recursos disponibles entre los miembros de una sociedad. En este punto, debemos indicar que una igualdad extrema no es positiva debido a que entonces los individuos de la sociedad no tendrían incentivos y el crecimiento económico colapsaría. Sin embargo, un incremento en la desigualdad en un Estado puede llevar a problemas en el crecimiento económico en un medio plazo y sobretodo puede desembocar en un problema de conflictividad social.
Para medir la desigualdad se utilizan diferentes indicadores. El más famosos es el conocido como Índice de Gini, que si bien es imperfecto y tiene sus limitaciones, nos puede ayudar a tener una idea sobre cómo evoluciona esta variable económica. Para que todos podamos entendernos un índice de Gini igual a 0 mostraría una situación en las que todas las personas tendrían la misma renta. En cambio si la variable tomara valor 1 estaríamos en una situación en la una sola persona asumiría todos los recursos disponibles
Una vez definido el concepto e indicada una de las formas para medirlo, es momento de remitirnos a los datos. De acuerdo con los datos comparativos publicados por Eurostat en 2014 el índice de Gini en España ha pasado de 0.31 en 2006 hasta 0.35 en 2012. Esto convierte a nuestro país en el segundo más desigual de la UE por detrás de Letonia (0.357) y por delante de países como Portugal, Grecia o Irlanda que han sufrido rescates mayores que el nuestro.
¿Cuál es el motivo de que la desigualdad haya aumentado más en España que en otros países? En primer lugar tenemos que referirnos a las bajadas salariales que se han producido desde el inicio de la crisis. Estos descensos han afectado más a las clases más bajas lo que ha provocado que la brecha aumente. Además, nuestra elevada tasa de desempleo ha contribuido en mayor medida a esta tendencia. Tampoco debemos olvidar aspectos como el coste de la vida que hasta fechas recientes ha seguido subiendo. Por último, la política fiscal tampoco ha ayudado. Tenemos que recordar que desde 2010 hemos sufrido dos subidas del IVA que es un impuesto regresivo y que sufren más aquellos que menos renta tienen. Todos esos factores han provocado que la brecha de la desigualdad haya incrementado en estos años.
Vistos los problemas, también tenemos una ligera idea sobre por dónde deberían ir las soluciones. Es necesario que el Gobierno mejore un sistema tributario para recaudar más y mejor, sin ahogar a las clases bajas y medias. Con esa reforma y el aumento de los recursos disponibles se podría establecer un sistema de transferencias que mediante el gasto público ayudara a redistribuir la renta. Del mismo modo, mientras el empleo no mejore en cantidad y calidad la desigualdad seguirá siendo un problema. Aunque el Ejecutivo de Rajoy presuma de que se ha roto la tendencia de destrucción de empleo, lo cierto es que ahora el empleo está más troceado. La gente trabaja uno o dos días a la semana y en algunos casos unas pocas horas. Así desde luego es difícil mejorar el bienestar de nuestra sociedad.
Por último para acabar, aunque las soluciones desde un punto de vista teórico estén claras, es difícil que el Gobierno se ponga las pilas para contribuir a llevarlas a cabo. Tenemos que recordar que la reforma fiscal propuesta es un parche electoralista que no soluciona los problemas de esfuerzo y recaudación existentes. Además, nuestros representantes viven en una burbuja y prefieren agarrarse a los indicadores que les interesan antes que centrarse en mejorar la situación económica. Quizá les sirva para ganar unas elecciones, pero desde luego no habrán cumplido la obligación para la que fueron elegidos.