Los últimos datos de la coyuntura europea auguran un nuevo peligro: la combinación de una inflación superior a la prevista, con un crecimiento menor del deseado. Y en algunos países con mayores desequilibrios, como España, ambos estándares amenazan con multiplicarlos.
A continuación, vamos a ir analizando cada uno de los factores que pueden indicar la existencia de dicho fenómeno y las políticas que se deberían adoptar para combatirla.
En el caso de la inflación, hay que tener en cuenta que una inflación moderada puede constituir un buen signo, como anticipo o expresión de un mayor ritmo de crecimiento. El aumento del 2,2% exhibido por la eurozona en diciembre se inscribiría, por exceder solo en dos décimas el objetivo del BCE, y por ser un dato parcial, en ese enfoque más bien positivo. Sin embargo, si atendemos al caso español la inflación asciende hasta el 3 %. En este sentido, conviene decir, que tradicionalmente existe un diferencial de un punto con respecto a la media inflacionaria europea. No obstante, es una señal de alerta. No solo porque castigue más a los asalariados y a los sectores más desfavorecidos, sino también porque entraña un posible desequilibrio futuro de mayor entidad.
Dicha señal de alerta se agrava si atendemos a las tasas de paro existentes en nuestro país. Concretamente, en el mes de enero el desempleo ascendió hasta 4.200.000 personas. A la elevada tasa de desempleo, hay que unirle el escaso crecimiento de la economía que no acaba de despegar.
En este contexto, España corre el riego de que el Banco Central Europeo ante estas señales caiga en la precipitación de subir los tipos de interés en aras de mejorar los datos de la inflación. Esta situación, como ya sucedió el 2008 daría lugar a un agravamiento de las consecuencias. Esto es así, en tanto una subida de tipos de interés provocaría un encarecimiento del crédito y un lastre más que provocaría que la economía no acabara de arrancar. Del mismo modo, si el crecimiento económico se resintiera la tasa de desempleo podría agravarse aún más
De esta manera, el BCE no debería volver a confundir medios con fines. Quiero decir, mejorar la tendencia inflacionaria es necesario para asegurar el crecimiento económico, pero precipitarse con una política monetaria restrictiva provocaría peores consecuencias que los pequeños indicios estanflacionarios que comienzan a percibirse.