El pasado viernes conocíamos el denominado por el Gobierno anteproyecto de ley de Reforma Fiscal. Los puntos maestros de la propuesta son: reducción de los tramos del IRPF de 7 a 5; reducción del tipo de gravamen general del impuesto de sociedades del 30 al 28 y 25 % para los años 2015 y 2016; y mantenimiento con pequeños matices de los bienes y tipos de gravamen en el IVA.
Esta rebaja fiscal, está lejos del documento que elaboró el Comité de Sabios hace ya algunos meses y supone, según el Gobierno, un ahorro para los contribuyentes de 9.000 millones de euros.
Bajo este contexto nos hemos propuesto analizar los efectos macroeconómicos que puede tener un propuesta de este tipo. Concretamente, nos centraremos en aspectos como: la recaudación fiscal, el crecimiento económico, el consumo o el empleo.
Para comenzar este análisis tenemos que partir de las premisas que utiliza el Ejecutivo para justificar que la supuesta rebaja es beneficiosa para la economía. En este sentido, el razonamiento es que al bajar los impuestos, los ciudadanos verán incrementada su renta disponible. De esta manera, decidirán aumentar la proporción de renta que dedican al consumo. Como el consumo es uno de los principales componentes del PIB (lo que conocemos como “Economía”), este incremento se traducirá en crecimiento económico. La consecuencia final sería que el crecimiento económico mejoraría la recaudación (los ciudadanos deciden gastar más y el Estado recauda más por ello) y el empleo debido al aumento de la demanda de los consumidores. Hasta aquí perfecto ¿verdad? El razonamiento simplista que Laffer hizo en una servilleta y que lleva a los liberales a aseverar que las bajadas de impuestos incrementan la recaudación solucionaría todos nuestros problemas.
Sin embargo, como siempre, la teoría económica se enfrenta a los datos que nos ha dejado la evidencia empírica. En primer lugar, el aumento de la renta disponible de los ciudadanos no lleva per se a un incremento en el consumo. Tenemos que tener en cuenta que las familias aún tienen temor de perder su empleo y además están considerablemente endeudadas. Por tanto, no parece descabellado que los contribuyentes decidan utilizar el posible aumento de su renta para ahorrarlo o para reducir parte de su deuda. Quiere decirse, que no es tan probable que la reducción de impuestos lleve consigo un aumento del consumo.
Por otro lado, tenemos que referirnos a la recaudación. El gobierno espera que la rebaja de impuestos no lastre la recaudación debido al incremento de la actividad. Para ello, se basan en el argumento de la Curva de Laffer (subidas de impuestos pueden reducir la recaudación y bajadas de impuestos pueden mejorarla). Sin embargo, este argumento tampoco resiste a las matemáticas. Si echamos la vista hacia atrás, podemos observar que las subidas de impuestos, concretamente del IVA, realizadas por los gobiernos de Zapatero y Rajoy llevaron a un incremento importante de la recaudación. Es decir, el argumento de Laffer falló en esta ocasión y el motivo no es otro que la elasticidad de la demanda de los consumidores. ¿Qué significa esto? Los consumidores no cambian sus hábitos de consumo porque les subamos/bajemos los impuestos, sobre todo si nos referimos a productos que necesitan para su vida diaria. Si antes de una subida necesitaban comprar una barra de pan, lo seguirán haciendo después del incremento de los impuestos. Será la proporción de renta que dediquen al ahorro aquella que se verá modificada.
Con estos razonamientos lo que buscamos reseñar es que la recaudación se va a resentir. Teniendo en cuenta que el gobierno aún necesita ajustar su presupuesto para cubrir los objetivos de déficit público, las cuentas no salen. ¿De dónde van a sacar los 9.000 millones que dejarán de recaudar en los años 2015 y 2016? ¿Habrá reducciones adicionales de gasto que no nos están anunciando?
La respuesta a estas preguntas es pura especulación, pero demuestra que el Gobierno ha decidido centrarse ahora en lograr que los ciudadanos perciban que les están bajando los impuestos. Poco importa ya cuadrar las cuentas teniendo en cuenta que existe riesgo de perder poder político. Con todo, el Gobierno se va a enfrentar a otro problema. La Comisión Europea ya ha anunciado que esta rebaja fiscal no estaba dentro del programa que España tuvo que enviar a Bruselas para justificar el cumplimiento del Pacto de Estabilidad. Por tanto, no sería raro que el recorte de impuestos sea vetado por la UE.
Parece que una vez más, el Gobierno prefiere jugar al corto plazo. Lejos de afrontar la principal reforma que necesita nuestro país prefiere centrarse en sus intereses electorales. Lo que tocaba ahora es reformar un sistema fiscal que pide un enorme esfuerzo a los ciudadanos, pero que después resulta ineficiente si hablamos en términos de recaudación. Seguro que el país y la economía se lo agradecían.