Los últimos datos de crecimiento económico a nivel global evidencian una desaceleración de la recuperación, y el temor a una nueva recesión global. Sin embargo, esta noticia ha pasado desapercibida debido a la rebaja del rating de la deuda de Estados Unidos y a la convulsión en los mercados provocada por las declaraciones del presidente del BCE.
Estos indicios de debilidad dibujan un escenario complejo que se une a la inestabilidad de los mercados financieros provocada por la crisis de deuda soberana de la zona euro.
En este artículo nos proponemos analizar cuales son las causas que han hecho renacer el fantasma de una nueva recesión global.
En primer lugar, tenemos que analizar la situación de los mercados financieros. Con la crisis de 2008, el G-20 de la mano del presidente francés Nicolás Sarkozy se propuso refundar el capitalismo. Sin embargo, las reuniones de este grupo de países solo desembocaron en declaraciones de intenciones y en reformas que han resultado insuficientes. Esto es debido, a que la inyección de dinero público en los bancos supuso un cierto alivio para los mercados, y asimismo las potencias económicas comenzaron a recuperar el crecimiento.
No obstante, poco ha cambiado. Es cierto, que normativas como la Mifid, o la creación de organismos que midan el riesgo sistémico es un primer paso, pero que no puede ser el definitivo. Se hace necesario profundizar las reformas. Quiero decir, hay que dotar a los órganos económicos de gobernanza mundial de la capacidad para supervisar los mercados. No se puede permitir que las agencias de calificación que han fracasado en casos como Enron, Lehman Brothers o la crisis subprime puedan adulterar la cotización de cualquier activo con sus opiniones.
De otro lado, hay que reformar los propios mercados financieros. En estos momentos, es posible vender activos que uno no posee, y lo que es peor comprar un seguro para un activo que tampoco está en nuestras manos. La falta de regulación de estos complejos instrumentos financieros provoca que alguien pueda enriquecerse a costa de la inestabilidad y de los fallos del mercado financiero.
En segundo lugar, hay que hacer referencia a la política de recapitalización de los bancos en peores consecuencias. En la mayoría de países se han rescatado bancos trasladando la crisis del sector privado al público. Esta situación es la que está provocando rescates como los de Irlanda o Portugal. La inyección de dinero público en las entidades financieras ha supuesto que los países hayan aumentado su déficit y el porcentaje de deuda pública con respecto al PIB. De esta manera, los países se están viendo obligados a realizar severos ajustes fiscales para tranquilizar al mercado de deuda soberana y alejar el temor a un default.
A nuestro juicio, estos son dos de los factores que han traído a colación una posible recaída de la economía global. Por tanto, se hace necesario que los lideres mundiales dejen a un lado el nacionalismo y se den cuenta que la crisis económica requiere respuestas globales. Por otro lado, decisiones como la del BCE de comprar deuda española e italiana son simplemente un paracetamol para rebajar la fiebre. Sin embargo, la enfermedad persiste y es vital reformar el sistema y dotarlo de una mayor supervisión para curarlo del todo. De seguir así, con un consumo privado pro los suelos, con tasas de desempleo desorbitadas y con un sector público ahogado por las deudas, la recesión puede estar a la vuelta de la