La semana pasada conocíamos los datos de le evolución del crecimiento económico para el segundo trimestre de 2020. Los datos han sido un verdadero drama pues reflejan un retroceso del crecimiento del PIB del 18.5 % en el segundo trimestre. En términos interanuales el retroceso ha sido de un 22.1 %. A pesar de ser esperados y debidos fundamentalmente al periodo más férreo de la Gran Reclusión, estos datos han derivado en numerosos debates relativos a si hemos empobrecido o retrocedido nuestra economía a niveles de hace varias décadas.
Para tratar de arrojar algo de luz a este debate es interesantes saber qué es el PIB, qué mide y cómo lo hace. A partir del entendimiento de esta magnitud sobradamente utilizada en economía podemos avanzar conclusiones sobre lo que representan estas estadísticas.
En primer lugar, debemos comenzar diciendo que el PIB es una variable económica que mide el valor de los bienes y servicios finales producidos en el interior de una economía durante un periodo determinado, normalmente un trimestre o un año.
Conviene partir revisando que precisamente lo que mide el PIB es valor de mercado de aquello que hemos sido capaces de producir en el interior de una economía. Esto es importante, puesto que da igual la cantidad de bienes o servicios que seamos capaces de producir. Lo relevante para el PIB es el valor de los mismos. Imaginemos que hemos conseguido ser más eficientes a la hora de producir teléfonos móviles y que ahora producimos más y mejores teléfonos y además a un menor coste por lo que el valor de mercado (o en este caso el precio) de los mismos se ha reducido. A nivel de lo que mide el PIB tendríamos un “peor” dato relativo a esta producción.
Otro aspecto a tener en cuenta es que el PIB sólo recoge bienes y servicios finales. Es decir, imaginen la producción de coches. Para la construcción de los mismos se necesitan muchos componentes que sin embargo no se incluyen cuando construimos el PIB. Lo que se incluirá será sólo el valor del bien final. En este caso el coche. El aspecto clave aquí es que el PIB se centra en el valor añadido.
El siguiente punto a comentar es que el PIB mide la producción en un periodo determinado. Decíamos al principio que normalmente se toma como referencia un trimestre o un año. Esta cuestión es esencial para entender bien esta magnitud, pues lo que refleja el PIB es el valor de lo producido y no de lo existente. Esto es así porque estamos ante una variable de tipo flujo y no de tipo stock. Es decir, el PIB no nos indica los bienes y servicios finales que tiene una economía, sino lo que se ha producido durante el periodo que hayamos seleccionado. Con ello se evidencia que no estamos ante una medida que permita medir directamente la riqueza de una economía. Pongamos un ejemplo más del día a día que nos va a permitir comprenderlo mejor. Imaginen a un antiguo compañero de estudios que ha obtenido recientemente un buen puesto de trabajo por el que recibe un salario de 3.000 euros. ¿Con estos datos podrían decir cuál es la riqueza de su viejo amigo? Pues lo mismo sucede cuando hablamos de PIB. Nos permite tener una visión de lo que produce la economía, pero no somos capaces de establecer directamente cómo de rico es un país. En cualquier caso, se trata de un indicador indirecto. Es decir, normalmente cuando se realiza análisis económico no es posible obtener medidas directas sobre las que obtener datos de aquello que se quiere medir, sino que debemos recurrir a indicadores o bien indirectos o que presentan ciertas limitaciones, pero que nos permiten avanzar a tratar de explicar la realidad. Con esto lo que quiero decir es que efectivamente el PIB no mide la riqueza de un país de forma directa, pero nos permite acércanos a esta variable. Lo mismo ocurre con nuestro viejo amigo de la universidad. Conocer su salario nos permite acercarnos a su posible patrimonio.
Dejando a un lado las metáforas, aproximarnos al concepto del PIB nos permite asegurar que nuestro país no es un 18.5 % más pobre. Lo que refleja este dato es que el valor de producido durante el pasado trimestre ha sido un 18.5 % menor. En cualquier caso, aun teniendo en cuenta que nuestro nivel de riqueza no se ha reducido en una proporción tan relevante, es cierto que tenemos dificultades económicas muy graves. La reducción de la producción ha provocado que muchos trabajadores hayan perdido su empleo y muchas compañías se hayan visto abocadas al cierre. Esto supone reducción de bienestar económico y debe llevar consigo una estrategia para volver a ser capaces de recuperar el crecimiento lo antes posible.
Con todo, si nos apresuramos a la hora de interpretar los datos es posible que no diagnostiquemos bien y nos sea difícil diseñar una estrategia para recuperar el crecimiento y sostenerlo a lo largo del tiempo. Generar un debate sobre si la Gran Reclusión ha supuesto la reducción de nuestra riqueza achacándolo a esta variable económica, no sólo es torpe, sino que además aporta poco a lo esencial que es ayudar a los más afectados por esta crisis. Tampoco ayuda anualizar una tasa que no puede ser comparada con ningún otro periodo anterior. Sencillamente porque estamos ante una situación incomparable. Cualquier malpensado podría pensar que se trata de una estrategia propagandística que busca comparar este retroceso con el siguiente dato que necesariamente será mucho mejor. Esto tampoco ayuda a recuperar el crecimiento. En fin.