La semana pasada con la ocasión de la revisión sobre la idoneidad de la implantación de un ingreso mínimo vital en nuestro país, comenzamos a introducir uno de los pilares en los que se debería fundamentar nuestro modelo económico una vez que superemos la emergencia de la Covid-19. Este se fundamentaba en la creación de un nuevo acuerdo social en el que se desarrolle un pacto entre los agentes económicos que nos permita hacer las cosas de otro modo implementando un modelo más colaborativo y sustentado en valores que abandonen el individualismo que nos ha venido caracterizando, apostando por no dejar nadie atrás.
Hoy ahondamos en los aspectos estratégicos que deberíamos tener en cuenta a la hora de diseñar un nuevo modelo productivo más robusto que nos permita salir más fuertes de una crisis sanitaria y económica sin precedentes. En este sentido, nos parece interesante introducir una nueva variable en la ecuación como es la economía del conocimiento.
Definir lo que se entiende por economía del conocimiento es complejo, pero para iniciarnos podemos decir que se trataría del sector de la economía que utiliza el conocimiento o la información para generar valor, ofrecer resultados, mejoras, utilidades, y de esta manera afectar positivamente la vida de las personas, llevando las mismas a un nivel superior. En definitiva, la economía del conocimiento parte de la premisa de la necesidad de incorporar el conocimiento a cualquier actividad económica.Cuando hablamos de esta incorporación al modelo productivo debemos interpretarla desde un doble punto de vista.
En primer lugar, potenciando su incorporación directa apostando por un modelo productivo en el que el conocimiento aplicado sea uno de los principales pilares. Esto se materializa en que lejos de apostar por actividades o sectores donde el capital humano no sea el principal activo, vayamos diseñando un modelo de transición hacia una economía basada en la creatividad, innovación y ciencia. Deberíamos aprender que lo que más hemos echado de menos con la crisis de la covid-19 es tener un sistema tanto sanitario como científico que hubiera tenido los medios para gestionar mejor un desafío como este. Esto implica invertir de forma más decidida en ciencia e innovación y abandonar nuestro modelo productivo basado en “hacer las cosas baratas”. Ser fuertes como economía y responder a cualquier necesidad exige tener un sistema productivo que apueste por los sectores donde la ciencia y la innovación son los factores más relevantes. Nuestras carencias a la hora de disponer de un sistema sanitario con más medios o un tejido industrial más robusto han evidenciado la fragilidad de nuestro modelo productivo, no sólo para responder a la emergencia sanitaria, sino también para afrontar la recuperación de los próximos meses o años. Los profesionales que nos están ayudando a superar esta crisis son precisamente un buen ejemplo de la necesidad de apostar por sectores donde el capital humano sea el factor principal y donde el conocimiento sea el principal recurso.
No obstante, cuando hablamos de incorporar el conocimiento a la actividad económica no deberíamos entender que sólo apostamos por incorporarlo de forma directa potenciando sólo los sectores que mencionábamos anteriormente. Como decíamos, la economía del conocimiento no sólo se presenta en forma directa, sino que también puede ser desarrollada de una forma tácita. Nos explicamos. Se trata de encontrar nuevas formas de hacer las cosas. Obviamente nuestro país necesita seguir potenciando sus sectores más tradicionales como pueden ser la hostelería, la agricultura o la construcción. Y en estos sectores también se puede aplicar el conocimiento en sus diferentes formas. Esta crisis está demostrando lo necesario que es repensar los procesos operativos de nuestro tejido productivo. Por ejemplo, si hace unos meses nos hubieran dicho que la mayoría del país sería capaz de trabajar desde casa con garantías, nos habríamos echado las manos a la cabeza. Y este, es un buen ejemplo de que es posible repensar los procesos operativos existentes en cada actividad sacando además beneficio de ello. Ahora ha tocado por necesidad, pero deberíamos hacer de esta necesidad una virtud y apostar por invertir en esta revisión de los modelos. Probablemente, si seguimos ahondando y planteando nuevas formas de trabajar mejor, mejoraremos no sólo nuestra productividad, sino que empezaremos a tener un modelo económico más robusto e innovador.
Con todo, es cierto que no es fácil abandonar un modelo económico que para bien o para mal nos ha servido para salir del paso durante muchas décadas, pero al igual que nos pasó en 2008 seguimos teniendo una estructura económica débil y muy condicionada a que todo funcione según se espera. El primer paso es identificar la necesidad de hacerlo y lo que nos está pasando lo ha dejado claro. La única forma de sostener el crecimiento económico en el futuro y por ende nuestro bienestar es siendo más innovador que el resto. Y esto, se basa en invertir en ciencia, tecnología y apostar por cambiar la forma de hacer las cosas. Este cambio no debería ser sólo para ser más rentables económicamente, sino para dar más bienestar a todos los que formamos parte de la sociedad. Miremos como los países que invierten en conocimiento y que además tienen una economía más sustentada en él están respondiendo mejor a la gestión de la emergencia y ahora van a tener una mayor robustez para emprender el camino de la recuperación. Intentemos cambiar algo esta vez. Ojalá.
Muy bueno luisja. Busca artículos y libros de facundo manes, un científico argentino que viene hablando sobre este tema hace tiempo, está muy bueno!!!
Coincido 100% con todo lo que decís!!!
Gracias amigo! Me lo apunto para seguirle, un abrazo grande!