Estamos viviendo un verano convulso en cuanto a noticias económicas se refiere, representadas por el incremento de la rentabilidad que ofrece nuestra deuda soberana, así como el riesgo de impago de España. Esta situación está provocando que el hito de un rescate total a la economía española haya dejado de ser un tabú habiéndose convertido en una alternativa que cada día gana más enteros.
¿Cómo hemos llegado hasta aquí? En contra de lo que los medios de comunicación parecen ofrecer, el mejor indicador para ver los problemas de liquidez y solvencia de un país no es la prima de riesgo. Este indicativo marca el sobreprecio que exigen los inversores a cualquier bono con respecto al activo sin riesgo (el Bund alemán). Sin embargo, en tanto no tengamos que hacer frente a subastas de deuda estaremos ante una variable que deberemos tener en cuenta, pero que no debería ser de vital importancia.
Existe otro dato más importante que se debe tener en cuenta a la hora de realizar un análisis acerca de los problemas de financiación. Este es el que refleja la salida de capitales de nuestro país. El último dato publicado reflejaba que hasta mayo de 2012 habían salido de España 163.185,9 millones de euros. Además, sólo en el mes de mayo se habían producido salidas de capitales por más de 40.000 millones. Estos datos reflejan que los mejores inversores para un país, aquellos que compran los bonos y se quedan esperando a cobrar los cupones y recibir su principal, están comenzando a marcharse. Conviene destacar que en una crisis estos inversores son los últimos en abandonar el barco, pero cuando saltan por la borda tardan mucho en volver a embarcar. Con esto, lo que queremos decir es que nuestro Tesoro tiene un riesgo importante a la hora de afrontar vencimientos de deuda y nueva financiación. No obstante, la labor de este ente ha sido desde que se inició la crisis muy inteligente y hasta octubre, cuando se deben hacer frente a importantes vencimientos, presenta un colchón de liquidez muy importante.
Teniendo en cuenta estos datos, el coche español comienza a quedarse sin gasolina y en un contexto como el actual lleno de incertidumbre, sería conveniente entrar a repostar antes de que se quede definitivamente vacío de combustible. Con ello lo que queremos decir, es que amplíar sine die la resolución del problema y la consiguiente solicitud de ayuda al BCE es muy peligroso.
Bajo esta situación debemos ahora plantearnos las alternativas que se le presentan a España para afrontar el problema de su deuda soberana:
- Recurrir a la ayuda del BCE y del Eurogrupo. Podría afrontarse de diferentes maneras, mediante un “rescate” parcial que complemente al bancario, o mediante el “rescate total”. Las cifras varían desde 100.000 millones adicionales hasta 400.000 que supondría el rescate total. Como puntos a favor, teniendo en cuenta la última rueda de prensa de Mario Draghi, el mercado no se le cerraría del todo a España al eliminarse el privilegio en el orden de prelación de créditos de la ayuda europea frente al resto de inversores. No obstante, se exigirán nuevos sacrificios que podrían venir en forma de reforma constitucional que redujera el tamaño del Estado Autonómico; bajada de salarios y pensiones; y despidos de empleados públicos. Por tanto, más recesión y más desempleo. Sin embargo, si el rescate se negociara de forma hábil se podría conseguir que buena parte de este montante se dedicara a planes de crecimiento. España podría utilizar como ejemplo el fiasco que supusieron los planes para Grecia, Portugal e Irlanda. Por otra parte, el problema más grave se encuentra en cómo, cuándo y quién pondrá el dinero. Ya no estamos ante economías pequeñas, sino ante la cuarta economía de la eurozona, cuyo rescate supondrá que Italia se vea arrastrada. De esta manera, conviene que los líderes europeos, que hasta ahora no han sabido estar a la altura de los problemas, analicen bien una situación que desde luego afectará a sus países en forma de recesión.
- Salir del euro. España podría utilizar esta alternativa, recuperar su moneda nacional devaluada y empezar a ser más competitiva. Automáticamente, la deuda soberana valdría la mitad al redenominarse a la nueva moneda. Sin embargo, la población se vería empobrecida y nuestro país debería enfrentarse al cierre de los mercados internacionales y a una recesión que podría llegar hasta los dos dígitos. Desde luego, a priori no es una buena alternativa, sin embargo conviene pensar bien si aceptar el rescate no supondrá una salida del euro en el largo plazo. Nos explicamos, si se acepta la ayuda europea, dicho préstamo será en euros y no podrá redenominarse. Por tanto, si al rescate le sigue una salida de la moneda única, dicho crédito se multiplicará por el porcentaje que suponga la devaluación. De esta manera, el rescate ya no parece tan buena idea si no estamos convenientemente seguros de que jamás abandonaremos el Euro.
Como se puede apreciar la decisión que deberá tomarse afectará no sólo a nuestra generación, sino que influirá en el desarrollo de futuras generaciones. De esta manera, un gobierno por mucha mayoría absoluta que ostente no está legitimado para decidir en solitario. Se hace necesaria una consulta a la población para que muestre su opinión sobre los pasos a seguir.